No recuerdo en qué película, Sherlock Holmes debía enfrentarse al mayor robo de la historia, nada menos que el de las reservas de oro del Banco de Inglaterra. Sin señal alguna de violencia, como por arte de magia, toneladas de oro de la cámara acorazada ubicada en el sótano del edificio londinense se habían esfumado. El enigma parecía irresoluble, pero el famoso detective consiguió resolverlo al percatarse de dos hechos. El primero, que en el escaso tiempo que mediaba desde la última vez que los lingotes de oro fueron vistos en su lugar hasta que se descubrió su desaparición, era físicamente imposible haberlos trasladado a otro lugar. En segundo lugar, el ascensor que permitía el acceso a la cámara acorazada, según podía comprobarse con un cronómetro, tardaba unas fracciones de segundo más de lo que los cálculos preveían en llegar a la última planta.
Ambos hechos le permitieron a Holmes deducir que en realidad, la cámara vacía era una réplica exacta de la verdadera, contruida subterráneamente debajo de ésta, y que el ascensor había sido trucado de manera que descendiera hasta la cámara falsa sin detenerse en la original. Así los osados ladrones podían ir vaciando la cámara verdadera, donde por supuesto seguían estando los lingotes de oro, tomándose todo el tiempo necesario para ello, mientras no se descubriera el fenomenal engaño.
Entre las muchas objeciones técnicas que plantea un plan tan ingenioso como inverosímil yo destacaría la siguiente: Puestos a construir una reproducción exacta de la cámara acorazada, ¿por qué no también incluir lingotes falsos? De esta manera, el plan aún hubiera tardado más en descubrirse -quizás no se hubiera descubierto nunca.
En realidad, este plan ya ha sido puesto en práctica, y no una, sino muchas veces. Y sus autores no han sido otros que los gobiernos de todas las épocas, ya sea cuando rebajaban el porcentaje de oro o de plata de las monedas, o imprimiendo papel moneda. El último plan, protagonizado por la Reserva Federal de los Estados Unidos, asciende a los 800.000 millones de dólares. Esto se suma a los 4,5 billones de dolares que esta institución ya había inyectado anteriormente en la economía, y a los cerca de 3 billones del Tesoro y otros organismos oficiales. En total se calcula que, ya sea dándole a la máquina de hacer billetes (es decir, desvalorizando los ahorros y salarios de los ciudadanos mediante la inflación) o mediante endeudamiento (impuestos futuros), las autoridades financieras de Washington llevan comprometidos 8,5 billones de dólares, más de 1.000 billones de pesetas: El 60 % del PIB de Estados Unidos.
En la película Sherlock Holmes descubrió justo a tiempo el proyecto de robo y pudo desbaratarlo. Lamentablemente, aquí no podemos denunciar el latrocinio a la autoridad, porque la autora es ella.